miércoles, 9 de septiembre de 2009

Empezar a escribir

Es poco probable que no tengamos alguna imagen presente al momento de escribir, a veces un comienzo, a veces un punto de giro, a veces un final, esta (o éstas en los casos de los más afortunados) imagen tendrá en nosotros una ubicación predeterminada quizás no definitiva y presupone una especie de fortaleza a tomar que implica al menos dos decisiones; ¿Cómo llegamos a ella y cómo administraremos esta victoria? ¿Atacaremos con una columna central bien pertrechada? ¿O dividiremos nuestras fuerzas en pequeños grupos de asalto? ¿Una brigada ligera realizará maniobras de evasión mientras el grueso de nuestro ejército avanza confiado en el éxito de las distracciones? Este asalto tentativo nos enfrenta con una serie de elecciones decisivas al momento de empezar a narrar: Punto de vista, trama y subtrama. Es común escuchar; quiero escribir una película coral, (con la misma cálida impunidad con la que alguien puede decir, voy a pintar un cuadro ancho). La exploración, en éste caso, pone en el centro un dispositivo narrativo por encima de la búsqueda temática, de alguna forma, (como en nuestro cuadro ancho) hay pretensión de abstracción que no deja de ser saludable pero que exige una mirada puntual sobre los mecanismos del relato. Sea cual fuera el grado de definición que tengamos al momento de escribir, algunas decisiones son impostergables ¿Desde dónde contaremos? Es decir, ¿Cuál o cuáles de los personajes que nos propone nuestro relato es el más idóneo para articular el texto que proponemos? ¿Cuál nos ofrece garantías de mayor tensión dramática?, ¿Cuál está más cerca de la información que necesitamos transmitir?, ¿Cuál vive el drama más íntimo y personal? ¿Cuál encarna con mayor consistencia el conflicto que exige nuestra idea moral? La elección de un punto de vista juega a veces toda la suerte de un guión, de hecho la renovación de una relato, su re-creación apunta en la mayoría de los casos a una renovación de éste punto de vista. Cuando pasamos a la fase escritural es saludable pensar al guión como una remake de nuestros propios pensamientos y elaboraciones teóricas, estar despiertos, atentos a la oportunidad de un golpe de timón que podrá capitalizarse en una escritura mas liberadora: el punto de vista puede ser ésta llave dorada. Por regla general, los puntos de vista debieran ser “abiertos” al inicio del relato, no más allá del primer acto, como toda regla puede tener sus fugas, ( supongamos que un personaje se suma a nuestro relato como cierre del primer acto a manera de punto de giro, podríamos decir que estamos frente a la última oportunidad de ésta apertura) sin embargo hay intentar honrar el compromiso narrativo que se establece con el espectador, (que suma resta, intuye en función de la mirada que le hemos propuesto) por lo general cuando nuestra historia exige la “apertura” de un nuevo punto de vista debemos preguntarnos si nuestro relato está funcionando bien, si la decisión se corresponde con nuestra propuesta narrativa o si, por el contrario, nuestra propuesta no soporta el plan prefijado. En se sentido la inclusión de un punto de vista es una elección moral, lo sabremos, (yo al menos lo se) intimamente, tendremos el convencimiento que la decisión no obedece a una exigencia de la unidad sino a una incapacidad por resolver la ecuación que nosotros mismos hemos planteado. Cada decisión narrativa exige un costo dramático, optar por un nuevo punto de vista traerá consecuencias explicitas sobre la unidad y la progresión, cuando decidimos pagarlo, y yo le he hecho en alguna ocasión, debemos sentir al menos, que con ello se han esfumado nuestro últimos ahorros y que el final del viaje nos enfrenta a un territorio de austeridad.

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