miércoles, 9 de septiembre de 2009

Viajeros

De entre las muchas analogías que se han esbozado en torno a la figura de la escritura de un guión cinematográfico; biblia, partitura, construcción, probablemente la que me resulta más esclarecedora es la del viaje. La idea del mapa es también habitual en éste conjunto figural, sin embargo, me remite a una actitud conclusiva que desatiende la fase que considero como pre-escritual .. El viajero, al menos desde Humboldt, es un observador que posee una premisa objetiva, su objetivo no es recorrer un mapa, sino trazarlo, pero no solo en términos cartográficos, también focalizando, jerarquizando, excluyendo. Sentarse a empezar un guión es de alguna forma, un punto de giro. Los procesos pre–escriturales, son también un acto de escritura a veces anárquicos, a veces metodológicos a veces meramente inspiracionales. No existe una fórmula específica, un momento en el que los pasos prefijados minuciosamente nos habiliten a pasar a un segundo nivel, al de la escritura propiamente dicha, hay un catálogo tentativo, story line, síntesis argumental, escaleta, biografía, etc, este recorrido nos permitiría contar con los elementos básicos para intentar la empresa: personaje, conflicto, estructura, y en el mejor de los casos un concepto. Mi experiencia me dice que éste conjunto de pasos lineales es solo tentativo y que no debe dejar de considerarse como un conjunto de herramientas que debe ser convocado solo ante la necesidad, en algún momento la escritura propiamente dicha, se exige. A veces porque sentimos que estamos preparados, necesitamos tentar al relato, comenzar a articular nuestras sensaciones de una manera lógica y consecutiva o esporádica y tentativa. En otra ocasiones lo que impulsa la escritura es un punto ciego donde nuestra operatoria intelectual parece haberse estancado, la idea, los personajes, la progresión, los modelos estructurales no nos proporcionan el mapa tentativo y nos hacemos a la ruta. El viaje se define también dentro de los mismos parámetros, podemos iniciarlo desde una perspectiva romántica, solo echarnos a andar y tomar cada una de las decisiones de manera aleatoria, dormiremos dónde nos atrape la noche, permaneceremos en cada lugar hasta que el aburrimiento nos corra, definiremos nuestra trayectoria en cada encrucijada, la experiencia puede ser reveladora, el viaje, no necesariamente placentero, el camino opuesto es programar cada uno de nuestros pasos, desde dónde saldremos, ¿Dónde dormiremos?, ¿Cuál será nuestro itinerario?, ¿Cuándo volveremos? el viaje puede ser placentero, la experiencia no necesariamente reveladora. La experiencia del viajero naturalista, más allá de sus consideraciones políticas, en cambio, propone una versión intermedia de éstas condiciones, plantea un itinerario más o menos acabado, una premisa sólida y a veces aberrante, pero se articula sobre una condición extrema, se autoriza el deslumbramiento, la dispersión geográfica y la modificación de la premisa inicial. El viaje del guión exige siempre un objetivo, un puerto variable que puede ser en ocasiones una experiencia humana, la exploración de conflicto, el retrato de un personaje, la inmersión en un precedente genérico, pero siempre es una búsqueda que puede ser racionalizada en alguna de sus etapas, pero también una experiencia que exige mantener despierto un espacio de incertidumbre, una posibilidad de abandonar el mapa prefijado para explorar nuevos horizontes y fundamentalmente para detenerse en nuevas latitudes. Salir, sin plan, en cambio es una experiencia que puede resultar desalentadora y probablemente no permita establecer ningún parámetro para la valoración de la propia obra, el verdadero desafío del guionista. Seguramente, ésta dificultades no aparecerán en la primeras páginas, es probable incluso que el primer acto se resuelva de manera eficaz, cualquiera sea su duración, sin embargo ante el amplio desierto del segundo acto aparecerán las complicaciones, los rumbos se harán más difusos y la progresión, cualquiera sea su tono, terminará diluyéndose. Es factible que, incluso así, la obra pueda llegar a un destino efectivo pero probablemente lo que hayamos esbozado sea finalmente el plan y no el guión y si la urgencia productiva o la desidia narrativa no nos permiten volver a ejecutarlo estaremos en presencia de uno de los tantos borradores cuya única esperanza será una posible y forzada retrospectiva que no es más que la hermana boba de la memoria.

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